El WhatsApp o cómo perder todo el día cara a la pantalla del móvil

Carta que, podríamos denominar de desahogo, de una madre que ve cómo sus hijas malgastan los mejores años de su vida pegadas al móvil. Gracias por tu colaboración.

¡Maldito móvil, especialmente el WhatsApp!

Mis dos hijas, adolescentes, no hacen otra cosa que atender a su pequeña criatura. Me dirán que es una exageración, que seguro que hacen otras cosas a lo largo del día. Sí, es verdad comer, dormir y salir con l@s amig@s, no mucho más.

Se acuestan muy tarde, siempre hay con quien charlar desde la cama sea la hora que sea. Por tanto les cuesta mucho levantarse y no exagero al decir que lo primero que hacen al despertar es revisar las contestaciones de las últimas conversaciones. Después, a lo largo del día, la atención que requiere el maldito móvil es constante. No dejan de llegar mensajes, es continuo. Son decenas de amigos con sus conversaciones y lo que aún es peor, los grupos, con cientos de mensajes acumulados en cada uno diariamente. Y si con el wasap fuera poco, también se relacionan con Twitter, Facebook, Instagram y vaya usted a saber con cuántas cosas más.

Las generaciones pasadas, las que no hemos tenido estas tecnologías en la mano, ocupábamos nuestro tiempo en actividades más creativas y variadas, leer, dibujar, ir en bici, juegos de mesa, manualidades, mecánica, qué se yo, la imaginación era lo que nos hacía funcionar. La generación actual de jóvenes, cuando tengan 25 años y miren atrás, verán que en sus últimos 10 años casi la totalidad de su tiempo lo han dedicado a charlar con sus amigos en persona y a charlar con sus amigos por el móvil, eso será todo.

Me consta que no solo son mis hijas las que hacen este uso tan exagerado del móvil, muchos de sus amigos y amigas se comportan de igual manera, al menos es lo que transmiten sus padres cuando conversamos sobre el tema. Comparten mi preocupación con este uso desmedido, pensamos que les produce una dependencia, una adicción que no son capaces de dominar. Es más, ni siquiera son conscientes de que sufren esta especie de dependencia, no lo admiten y por tanto difícilmente van a querer poner remedio.

¿Son muchos los padres que tienen esta misma sensación? Yo creo que sí.

El problema es que yo no encuentro solución. Podríamos pensar que es fácil, pero yo no lo veo así. En mi opinión, el uso de estos dispositivos es positivo y deben utilizarlo, por lo que la simple eliminación no me vale como solución.

Posibles soluciones, que no lo son:

  • Eliminación. No me parece ni justo ni adecuado. Los jóvenes deben conocer y manejarse con las nuevas tecnologías. No debemos mantenerlos alejados de todo ello por varias razones, exclusión social entre sus amigos, ignorancia sobre algo que todo el mundo conoce, les privaríamos de una herramienta realmente positiva y válida.
  • Bloqueo o limitación del tiempo con alguna aplicación. Sencillamente inutiliza el móvil o parte de sus funciones durante un cierto número de horas fijo, lo que impediría utilizarlo para comunicarse aunque fuera necesario. Incluso impediría que los propios padres se comunicaran con los hijos a ciertas horas por estos canales tan cómodos. Además, no quiero ni imaginar la ansiedad con la que utilizarían esas franjas de tiempo libres.
  • Enseñar y educar. Esta sería la solución adecuada, pero no sé los demás jóvenes, pero las mías no son precisamente fáciles de convencer. Partimos de que no son conscientes de que estar todo el día, día tras día, pegado al móvil no puede ser bueno. Si no reconocen el problema, será imposible que construyan una solución. “Todo el mundo lo hace”, “qué crees que me va a pasar por usarlo así”, “si fuera malo lo prohibirían” son algunos de los argumentos que he tenido que oír.

En fin, este es el problema que le veo yo al uso del móvil actualmente en lo más jóvenes, aunque no creo que sea exclusivo de estas edades, seguramente también muchos adultos sufren de esta dependencia con mayor o menor grado.”