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Si has llegado hasta aquí, no me has hecho mucho caso. Era previsible. Somos muchos los que, en esta vida 2.0, solemos hacer lo que nos dicen que no debemos hacer. Por ver qué pasa. Supongo que si estáis leyendo este blog, ya dice el tipo de cosas que os gustan. Me atrevo a decir que incluso en la vida offline actuaríamos de la misma manera. Curioso.

Podríamos haber planteado la prueba justo al revés. Imaginaos que volvéis a entrar, y pone exactamente lo contrario. Un dibujo similar, pero con la leyenda “Por favor, pinchad en este enlace”. ¿Qué hubiera pasado? Supongo que no habría cambio alguno. El tráfico de la web no habría variado cuanto apenas. Seguiríamos ganando miles de millones de euros gracias a vuestras visitas. Aunque también sé que hubiéramos entrado con menos ganas.

Pongamos otro caso. Ahora repetimos otra vez el proceso. Entramos en la web, y nos indica que accedamos al enlace, que encima al entrar van a pasar cosas súper molonas. Podríamos imaginar algo sencillo. Algo como “Pincha en este enlace y recibirás un regalo seguro”. Ahora sí que entraríamos todos. La curiosidad es lo que tiene. Además todo lo que leemos, es totalmente fiable. Siempre. ¡Se han dado casos que regalan iPhones! Así, directamente, por entrar y hacer un par de clicks.

Ya para rizar más el rizo, os lanzo otra prueba. En vez de entrar a este blog, recibís un correo. Es más, ese correo viene de una fuente totalmente garantizada. Gente que se preocupa por ti, que piensa en tu bienestar, tu futuro y el de tus hijos. Una multinacional o algo así, por ejemplo. Y que el reclamo para que accedamos a la web, es una factura. ¡Dios! ¡Una factura! ¿Quién no quiere ver facturas? Es la Capilla Sixtina de los reclamos. Es cómo disfrutar de una puesta de sol en la bahía de Ha-Long, mientras degustas de un plato de Ferran Adrià y suena una pieza de Ludovico Einaudi. No nos podemos resistir. Juegan con nuestros sentimientos.

Y es que somos seres sencillos, disfrutamos de las pequeñas cosas. Y los malos lo saben. Aunque seguro que a ninguno nos sonará este tipo de cosas. No conocemos ningún caso. No le ha pasado a ningún amigo de un amigo. No hemos tenido tanta suerte de recibir una factura sin haberla solicitado. Una pena.

Dejando de lado la ironía, ¡fijémonos por Dios! Además de tener claro que en este mundo, nadie regala nada. Pensemos dos veces antes de acceder a ningún tipo de enlace que nos llegue por correo. Sin plantear si quiera que no lo hemos solicitado, ni entra dentro del curso “normal” de correos. Validemos la fuente, no el nombrecito, sino el dominio de la cuenta que envía el mensaje. Pensemos si esa información es real o no. Si la hemos pedido, o si nos ha de llegar. Incluso en caso de no tenerlo claro, y pensando que pudiera ser algo real, validemos por teléfono o por correo con nuestro contacto real, la autenticidad de la información. O hablemos con nuestro informático de confianza. Si, los hay, y no sólo los cuñados que nos dicen como bajar películas gratis.

En el fondo no es difícil, y con una simple búsqueda podemos saber enseguida todo sobre la fiabilidad de la información. Con ser un poco escéptico, y revisar dos veces el correo recibido, podremos evitar muchos problemas.

Eso sí. Hay un caso en el que no podemos hacer nada. Estamos vendidos. Nos puede la sangre. En ese momento, sólo podemos hacer frente a la situación, y asumir las consecuencias. Nadie se puede resistir a un ¿A que no hay huevos? ¿A que no te atreves?”. Somos lo que somos.