Del cotilleo al ciberacoso

Del cotilleo al ciberacosoLa burla hacia el “rarito” ha ocurrido siempre, especialmente en el entorno escolar. En general todos hemos estado involucrados en algún caso, ya bien sea defendiendo al agredido, haciendo la vista gorda o apoyando al atacante, incluso, probablemente, también podamos recordar alguna ocasión en la que fuéramos víctima o agresor. ¿Alguien se escandaliza? No lo creo. Estos comportamientos entraban dentro de las “cosas de la escuela”, todos lo hemos vivido. No pretendo quitarle miga al asunto, de hecho, recuerdo algún caso en el que hubo cierto ensañamiento con los más débiles, pasando de castaño a oscuro, pero que se resolvió con la actuación del profesorado. Sin embargo, la burla 2.0 ya no es una broma sino más bien un tema realmente preocupante sobre el que tenemos que actuar. El acoso ha sido (y sigue siendo) un conflicto difícil de tratar. Actualmente, la presencia de las nuevas tecnologías agrava la situación ya que la víctima tiene dificultades para encontrar refugio, y el acosador tiene a su disposición múltiples canales para agredir desde el anonimato.

Los casos de ciberacoso son cada vez más frecuentes y alarmantes, y tienen un factor común, se producen principalmente a través de las redes sociales. Sin ir más lejos, en la recta final del pasado año fuimos testigos de varios casos que llevaron a los afectados al suicidio.

Al respecto, existe una tendencia en expansión relacionada con el cotilleo que es igualmente preocupante. Están proliferando las aplicaciones de microblogging específicas para difundir anécdotas, noticias y, sobre todo, rumores. Estas aplicaciones incluidas en el grupo “Gossip” (término en inglés que significa chismorreo) están generando problemas en los centros educativos. Esta situación ha llevado a las escuelas, institutos, universidades y organismos de gobierno a tomar cartas en el asunto y aplicar protocolos de actuación para frenar el aluvión de insultos y humillaciones hacia profesores y alumnos. De entre todos los casos, cabe destacar la difusión que ha tenido el “Informer” de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) que ya cuenta con casi 13.000 seguidores.

¿Qué hacer al respecto?

Del cotilleo al ciberacosoNuevamente nos encontramos en una situación en la que la herramienta en sí no es el problema. El problema se deriva del uso de la misma (del mal uso en este caso). Para combatir esta situación, tal y como sucede con el acoso infantil tradicional, la información y la educación son las herramientas más efectivas. En ello coinciden educadores, psicólogos y otros expertos en la materia. Partiendo de esta idea y, tomando como referencia los comentarios de Elizabeth Englander, directora del Centro para la Reducción de las Agresiones de Massachusetts, en el Bridgewater State College, citamos a continuación una serie de recomendaciones a considerar para hacer frente al ciberacoso infantil.

Medidas preventivas: información. Hablar con los menores para ver qué conocen acerca del acoso o del ciberacoso y, en caso de desconocimiento, informarles haciéndoles ver que no es algo ajeno y que en algún momento pueden verse afectados. Asimismo, es igualmente importante enseñarles cómo actuar para hacer frente a un caso real. En este sentido, comunicarlo a los padres / tutores debe ser una de las primeras acciones a ejecutar.

¿Cuándo? ¿Cuándo otorgar acceso a las redes sociales? ¿Cuándo regalar un teléfono móvil?… No hay una respuesta para estas preguntas. En la mayor parte de las ocasiones los padres entregan teléfonos móviles a sus hijos como una medida de seguridad. En este sentido argumentan: “así, si necesita algo, nos puede llamar”. Sin entrar en valoraciones sobre si esto es o no positivo (de hecho, yo tuve mi primer teléfono con este pretexto), es importante trasladar al niño que el teléfono no es un capricho, juego y mucho menos, un derecho, sino una herramienta que se debe usar con responsabilidad. Por otra parte, no permitir que los menores tengan acceso a las redes sociales hasta que cumplan con los requisitos de edad ayudará a inculcar que en “internet” también hay normas que se deben cumplir. Por ejemplo, al revisar las condiciones de uso de Facebook encontramos, en el apartado 4. Seguridad de la cuenta y registro una cláusula indicando “No utilizarás Facebook si eres menor de 13 años”.

Lo virtual puede ser real. El anonimato que nos ofrece Internet puede crearnos una percepción errónea sobre las consecuencias de nuestras acciones. En general, tendemos a creer que las acciones en Internet no son tan dañinas como las que haríamos cara a cara. Por lo tanto, es importante mostrar la equivalencia de las acciones realizadas en las redes sociales y el mundo real. Por ejemplo, si tratamos con menores (alumnos, hijos, sobrinos, etc.) debemos hacerles ver que una burla a través de un sms sigue siendo una burla y que va a molestar tanto como si se produjera en el aula, patio, etc.

Por otra parte, cabe señalar que no todas las medidas para hacer frente al ciberacoso están dirigidas a los menores. En relación a los adultos, es fundamental mantener una mentalidad abierta para analizar las situaciones problemáticas de nuestro entorno. Para los padres resulta difícil asumir que su hijo puede ser quien está llevando a cabo una práctica cruel. Sin embargo, dejar abierta esta posibilidad permite abordar la situación considerando todas las opciones. Con esta actitud, muchos de los conflictos se podrán atajar antes que se nos vayan de las manos.

Sabemos que las redes sociales son tan atractivas para los menores como lo son para nosotros. Además, si a eso le añadimos poder cotillear sobre los asuntos de la clase, obtenemos un cóctel con todos los ingredientes necesarios para ser el éxito del momento entre los menores. No hay más que ver la difusión de las aplicaciones de microbblogin que hemos citado. En mi opinión, no va a resultar sencillo evitar un mal uso de las redes sociales, pero conocer los riesgos de éstas y actuar en consecuencia, contribuirá a que el cotilleo no termine convirtiéndose en ciberacoso.

Referencias y enlaces de interés: