Acoso escolar y ciberacoso, ¿dos caras de una misma moneda?

Primera parte: Como detectarlo, visibilizarlo y frenarlo. Primeros pasos

El acoso escolar es un fenómeno que ha existido desde siempre, aunque ahora, gracias a la difusión de las informaciones y su amplificación a través de las redes sociales, es parte habitual de nuestra realidad informativa. Acoso y ciberacoso suelen ir de la mano, y por eso vamos a activarnos como padres para neutralizar este binomio.

Cualquiera que esté al cuidado de menores siente preocupación ante el hecho de que su hijo/a pueda estar sufriendo acoso escolar u otro tipo de violencia cuando acude a su centro educativo. Este temor crece cuando pensamos en el ciberacoso cuyo origen es la escuela o el instituto, ya que imaginamos el espacio digital como más profundo, más anónimo, con mayor alcance e impacto respecto a lo que ocurre en un espacio físico que creemos poder controlar.

Según datos de un estudio de Unicef, la edad media de recepción de un dispositivo de uso personal en España es de 11 años. Además, casi el 95% de los adolescentes dispone de móvil con conexión a Internet y 1 tercio de los adolescentes ha hecho o ha observado un uso problemático de internet en algún momento.

Si bien el acoso escolar y el ciberacoso pueden ser considerados fenómenos independientes, lo cierto es que suelen ir unidos de la mano y comparten muchos rasgos en común: violencia injustificada contra la víctima, descalificación y ridiculización del menor objeto de los ataques, aislamiento social y rechazo, difamación y creación de informaciones falsas, despersonalización de la víctima, miedo a denunciar los ataques, etc. La diferencia es que el ciberacoso deja una huella digital, qué lo amplifica y agrava, que a la vez puede servirnos para denunciarlo y remediarlo.

Cuando un menor es acosado física o verbalmente en el centro educativo es común que reciba también burlas, amenazas o violencia a través de las redes sociales, plataformas de mensajería que comparta con sus compañeros, o cualquier otro espacio de interacción con sus agresores: plataformas de juegos, móviles, etc.

La intimidación por medio de las tecnologías digitales tiene igualmente por objeto herir, atemorizar y enfadar a la otra persona, y como fin último aislarlo socialmente del grupo, haciéndolo aún más vulnerable. Y aunque en todo momento hablamos de acoso, en las próximas líneas nos vamos a centrar en el ciberacoso a través de medios digitales.

Entonces ¿qué es ciberacoso? ¿cómo distinguirlo frente a las bromas y actos sin mayor relevancia que a veces niños y adolescentes hacen a través de medios digitales?

En ocasiones la línea es demasiado fina. Todos hemos oído la frase “es solo cosa de chavales”. Y aunque hay casos y acciones muy claras, el perfil de poder del agresor/es, la intención, el alcance de la agresión, la reiteración de hechos y el efecto devastador sobre la víctima es lo que diferencia un hecho torpe, ocasional o sin intención, de un hecho grave de acoso.

Aquí va una muestra de comportamientos típicos de un agresor:

  • Difundir información falsa, fotografías o videos vergonzosos de alguien en las redes sociales con el objeto de herir y ejercer poder sobre la víctima.
  • Enviar mensajes, imágenes o videos amenazantes e hirientes a través de plataformas de mensajería.
  • Suplantar a otros y enviar mensajes agresivos en nombre de dicha persona o a través de cuentas falsas.

En definitiva, cuándo alguien en situación de poder o influencia ataca a otro que no tiene el apoyo de grupo o la capacidad de defenderse, cuándo el ataque es intencionado y reiterado, cuándo algo produce dolor, vergüenza, aislamiento social y rechazo a una persona, no hay margen para la duda o la tolerancia. Hay que actuar con rapidez.

¿Cómo detectar si tu hijo sufre acoso en su entorno educativo y por parte de sus propios compañeros?

La labor de padres, educadores, amigos y entorno es clave para detectar este tipo de situaciones a tiempo y ofrecer soluciones eficaces.

Hay que observar bien a nuestros hijos para detectar posibles cambios de comportamiento. Si bien es cierto que, especialmente en la adolescencia, nuestros hijos evolucionan y cambian constantemente, hay algunos signos de alerta que no deben ser pasados por alto en la observación diaria durante la convivencia familiar.

El niño o adolescente acosado se encuentra atrapado y sin escapatoria, incluso en su propio domicilio se encuentra vulnerable, y eso va a afectar a su comportamiento, ya que puede mostrar cambios a nivel mental, emocional y físico:

  • A nivel mental: Se sentirá preocupado, agobiado, disperso, estresado.
  • A nivel físico: Dolores de cabeza, estómago, falta de apetito, cansancio, falta de sueño.
  • A nivel emocional: Apatía y falta de interés por las cosas que le gustaban, por lo nuevo. Sin ganas de ir al colegio, de encontrar a sus compañeros, de acudir a eventos. Pasa demasiado tiempo solo o encerrado.

La supervisión de la familia respecto al uso de los dispositivos móviles es importante. Hay que observar cuánto tiempo pasan ocupados en los dispositivos móviles y si les afecta su uso de forma especial tras una sesión. Podemos detectar si el dispositivo es un elemento lúdico más en su vida, o por si el contrario les causa ansiedad y preocupación. Y si bien el camino más corto es la comunicación, también es normal que el sentimiento de miedo, vergüenza y soledad sea tan grande en un niño o adolescente ciberacosado no se atreva a compartir este problema con su familia o sus profesores.

Primeros pasos, algo no va bien

Cuando un padre o familiar al cargo de menores siente su hijo responde a una serie de pautas que indican acoso, cuando ha detectado o constatado algún signo, por pequeño que sea, debe animar a su hijo/a a hablar y comunicarse.

Si bien es difícil que quieran hacerlo con un progenitor, se le puede pedir que comparta sus preocupaciones con alguien de su confianza, un hermano, un amigo, un familiar cercano, un tutor del colegio, cualquier figura que le inspire confianza. Los padres deben transmitir al menor que si alguien lo está molestando o acosando, eso no es aceptable, tiene solución y existen formas de frenarlo. Hay que trabajar la culpa y la vergüenza de la víctima y hacerle entender que la responsabilidad está en el/los agresores, y que además existen maneras de cortar con este tipo de situaciones y protegerlo.

Siguientes pasos, debemos actuar

En el caso del ciberacoso, al existir una huella digital, habrá un rastro de pruebas que pueden ser utilizadas para recabar el apoyo de autoridades y expertos.

Estas situaciones se deben tratar con serenidad y firmeza para que el menor se sienta protegido y apoyado. Los padres también pueden consultar con el médico de atención primaria del menor, con los tutores y responsables del colegio y poco a poco ir dando pasos para visibilizar el problema y encontrar una rápida solución.

En el caso de que existan pruebas que muestren una gravedad extrema, no dudemos en acudir a las autoridades si nuestro hijo está en peligro, tanto de agresión física, como de suicidio por depresión.

La mayoría de las escuelas consideran el acoso como un problema grave y toman medidas para combatirlo. Y si la escuela no es capaz de responder adecuadamente, dejaríamos constancia de ello y acudiríamos a solicitar ayuda por otras vías.

Las víctimas de cualquier forma de violencia tienen derecho a que se ponga freno al acoso, se haga justicia y a que los culpables respondan por sus actos. Muchos países, para tratar el ciberacoso, se basan en leyes relacionadas con el acoso, como las que se refieren al hostigamiento, para castigar a los culpables.

En los países que tienen leyes específicas sobre el ciberacoso, las víctimas de ciberacoso pueden buscar protección, prohibir las comunicaciones de una persona en particular y restringir, temporal o permanentemente, el uso de los dispositivos electrónicos que esa persona utiliza para el ciberacoso.

Cuando hemos llegado a una situación como ésta, es porque las políticas preventivas, la educación en valores desde el hogar y otros mecanismos educativos y de control han fallado.

Y por ello hay que seguir investigando, trabajando y desarrollando entornos y leyes que permitan un uso positivo y productivo de las redes sociales y los entornos digitales.

Nuestros hijos han nacido en este mundo, y no es cuestión de prohibir el uso de internet y de las redes sociales, o de aislarles de una realidad que es parte de su desarrollo, vida y formación futura. El buen uso de los dispositivos móviles parte de un aprendizaje responsable, también de unos valores de respeto que se deben inculcar desde edades tempranas. Pero si lamentablemente, algún día se encuentran ante situaciones de ciberacoso, si se llega a esta lamentable situación, debemos saber que hay canales y vías para denunciarlo y frenarlo también.

En el la segunda parte de este post nos centraremos en cómo seguir utilizando internet de forma segura, qué herramientas contra el acoso en línea existen para nuestros hijos, el papel de las compañías de telefonía y redes sociales más utilizadas por nuestros jóvenes, y cómo evitar que sus datos personales puedan servir para acosarlos, humillarlos o ciberacosarlos. ¡Nos vemos!