Los navegadores, con la intención de facilitarnos la experiencia de la navegación, nos proporcionan la posibilidad de almacenar las contraseñas de modo que no necesitaremos escribirlas cada vez que nos sean solicitadas, el propio navegador las escribirá por nosotros y accederá automáticamente.

Evidentemente es una función que aporta comodidad al usuario pero supone un riesgo hacia su seguridad, ya que cualquiera que pudiera utilizar nuestro equipo podría acceder sin problemas a los servicios que hemos guardado.


No obstante, existen métodos que podemos utilizar para “espiar” lo que hace el destinatario con nuestro correo. Muchos de los mensajes que recibimos tienen fines comerciales, siendo especialmente en esos casos en los que podemos encontrar con más frecuencia estos sistemas de rastreo.
Desde que accedemos a los servicios de Google en Internet con nuestro usuario y contraseña, la información de nuestra actividad va quedando almacenada en “la nube”, con la principal finalidad de facilitarnos la experiencia de búsquedas, noticias, publicidad y otras, que desde ese momento aparecen personalizadas.
El navegador Chrome de Google es uno de los más extendido en todos nuestros ordenadores por su rapidez y medidas de seguridad implementadas, no obstante, no está libre de instalaciones no deseadas.

