Con la llegada de la Navidad el número de fotos que captura nuestro smartphone se multiplica. Vamos a la casa de la playa a celebrar la Nochebuena, luego vamos a casa de los yayos a celebrar la Noche de Reyes… o incluso nos vamos a pasar la Nochevieja a la puerta del sol y por supuesto hacemos fotos de todo, faltaría más.
Hasta aquí parece todo normal, el problema es cuando empezamos a colgar todas estas imágenes en nuestras redes sociales. Veamos un ejemplo, ¿qué pasa si a 24 de diciembre colgamos una foto cargando las maletas en el coche y escribimos un tweet que dice: “Nos vamos al pueblo. Feliz Navidad”?
Con esto le decimos a todos nuestros seguidores (en el mejor de los casos, porque si no lo tenemos debidamente configurado será una información pública al alcance de cualquiera) que vamos a estar fuera al menos unos días y que nuestra casa está vacía.
Empezamos a ver el problema de publicar según qué tipo de imágenes o qué tipo de información en las redes sociales, pero vayamos más allá.


Uno de los efectos de esta dependencia es que da igual si se está en clase, en el instituto o estudiando, que se está siempre pendiente del móvil. Esto provoca una falta de concentración y de atención en lo que se está realizando bastante importante. Son muchos los niños o jóvenes que están estudiando con el móvil encima de la mesa, a la espera de que alguien les “hable” o pendiente de lo que ocurre en Twitter. Esto es algo que debemos controlar para evitar casos de distanciamiento con las personas, y de la llamada nomofobia (miedo irracional a salir de casa sin el teléfono móvil). Existen casos de personas que les cambia el humor, el carácter y la forma de comportarse si no tienen el móvil activo.

