Hace algunos días leía en la prensa digital un artículo donde decía que varias empresas estadounidenses solicitaban la contraseña de Facebook al candidato que se presentaba para ocupar un puesto en la empresa, con el fin de poder comprobar las actividades y relaciones que podía mantener (elconfidencial.com, elsiglodedurango.com.mx).
Desde luego esto es un ataque directo a la privacidad de la persona que, ante la necesidad de conseguir el puesto de trabajo, puede llegar a ceder sus datos de acceso. Poniéndome en la piel del empresario, el fin es asegurar que la persona a la que vas a contratar es realmente quien dice ser, lo cual resulta, desde cierto punto de vista, algo lógico. No obstante, tanto en este caso como en otros, el fin no justifica los medios. Por un lado porque no se trata únicamente de la intimidad del candidato, sino también de todas aquellas personas con las que éste mantiene una “amistad” en la red social.



Las redes sociales han sido un fenómeno de masas en los últimos años. Desde su aparición, el crecimiento en forma de número de usuarios ha sido prácticamente exponencial, llegando hasta el punto actual, donde es extraño que alguna persona no tenga cuenta en alguna red social.
Continuando con el
Android ha implementado diversos mecanismos para garantizar la seguridad de su sistema operativo. Por ejemplo, Android obliga a que las aplicaciones deban estar firmadas digitalmente y que los desarrolladores compartan el certificado con Google para que puedan publicar la aplicación en el Market. También incorpora un mecanismo para aislar las diferentes aplicaciones entre ellas, evitando así que una aplicación pueda obtener datos de otra. Esto ocurre gracias al sistema de permisos por el cual, solo se puede acceder a los recursos que explícitamente se requieran.
Llega la Navidad, y con ella los reencuentros familiares, las comidas, las cenas, los excesos, el cuñado “gracioso”, las abuelas que no paran de llenarte el plato, los niños y como no, los regalos.
Y correspondiendo la labor de educar a los padres, y siendo precisa la educación de los menores en un correcto uso de internet, la carencia de conocimientos al respecto les incapacita para enseñar lo que desconocen.